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Construir edificios, derribar mitos


La construcción sostenible es cara. La vivienda popular no combina con sustentabilidad y se deben importar las soluciones. Greenbuilding y certificaciones son las mejores salidas. He aquí algunos mitos sobre la construcción sostenible, debatidos en el panel “Gestión Sostenible de la Construcción Civil”, durante la Conferencia Internacional 2008 del Instituto Ethos. El primer mito a derribarse tal vez debiera ser el del alto costo. Las construcciones sostenibles no pueden y no deben ser caras, ya que para respetar el principio básico de la sustentabilidad, deben responder a la trípode económica, social y ambiental.

Según Vanderley John, miembro del Conselho Brasileiro de Construção Sustentável, lo que encarece las obras son los excesos, los caprichos. En el lenguaje del área, se trata de over-engineering: propuestas que van más allá de las necesidades, que no llevan en cuenta los impactos del consumo sin conciencia. Sostiene John que ”zona de confort no lleva a la sustentabilidad”. Algunas actitudes, sin embargo, contribuyen verdaderamente a que se pueda alcanzarla: reducción de pérdidas, gestión de residuos (destinación adecuada), derrumbe selectivo, mayor durabilidad de las estructuras, materiales más ecoeficientes (lo que no siempre significa uso de material reciclado) y elección del proveedor.

La cuestión clave es,  por lo tanto ¿cuánto cuesta un emprendimiento sostenible? Según Luiz Henrique Ceotto, director de Proyectos y Construcción de la Tishman Speyer, depende del nivel de implementación de los sistemas adoptados y del costo inicial de la construcción. Lo ideal es que los rubros que hacen una edificación menos consumidora de recursos naturales, como la posibilidad del reutilización del agua o iluminación natural, se incorporen en el momento de idealización y concepción del proyecto. Una construcción sostenible quedaría un 15% más cara. En compensación, a lo largo de 50 años, ese edificio gastaría un 80% menos en costos de operación y de mantenimiento. La fase de idealización cuesta menos del 0,2% del emprendimiento, mientras la concepción del proyecto no llega al 1%. Al fin, “podemos resolver la cuestión de la sustentabilidad en la construcción civil en  la etapa que tiene menor costo” afirma Ceotto.

Sensibilizando al inversionista

El proceso de sensibilización del mercado para exigir construcciones más sostenibles ya se ha iniciado y debe concluirse en hasta cinco años, según informa Marcelo Takaoka, director presidente de la Y. Takaoka y moderador del debate. La preocupación puede ser del inversionista, quien está, cada vez más, dispuesto a pagar un adicional de costo para correr menos riesgo de tener problemas con el edificio después de algunos años de ocupación.

Frecuentemente, la empresa responsable de la construcción no es la misma que administra el edificio. La falta de comunicación entre ellas es la causa de muchos costos que pagan los vecinos y la sociedad. Takaoka  apuesta por la inducción indirecta: “Necesitamos tener en el mercado administradoras prediales fuertes, que induzcan a los clientes a advertir la importancia de un proyecto planeado desde su concepción, con foco en la sustentabilidad y en la durabilidad del emprendimiento”.

Cuando empiece el mercado a exigir construcciones sostenibles, las certificaciones de greenbuilding, “edificios verdes”, pueden ser importantes, pero no son el único camino. Las certificaciones pueden hacer más caras las obras y no siempre cumplen el papel de verificar todas las etapas de la construcción y vida útil del proyecto. Aunque un edificio sea ambientalmente correcto, ése no es el único aspecto importante. Para Kaarin Taipale, coordinadora del Grupo de Trabajo del Proceso de Marrakesh para Edificios y Construcciones Sostenibles, de la ONU, afirma: “ser verde no es  suficiente”.

Añade John que “además de construcciones verdes, debemos pensar en las cuestiones sociales. No es posible considerar el greenbuilding una solución”. Subrayó la importancia de las cuestiones sociales ligadas al tema: “Quienes trabajan directamente en las obras son personas de la clase menos favorecida. El costo de cada trabajador, comparado al costo de la obra, es mínimo”.

Algunas constructoras están empezando a invertir en educación ambiental y entrenamientos en los obradores, porque necesitan reducir el alto consumo y porque el mercado les cobra responsabilidad social. Entretanto, afirma John  que “algo en torno al 80% de las construcciones no lo realiza las constructoras, sino los trabajadores informales”. Añade que tanto la corrupción, como la informalidad, son desafíos que se han de superar, para que Brasil pueda buscar con más consistencia un desarrollo sostenible en la construcción civil.


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