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Agronegocio: es imperativo ser sostenible


Brasil está a punto de ofrecer al mundo un sistema de certificación de producción agrícola. Roberto Smeraldi, director de la organización Amigos da Terra – Amazônia Brasileira, divulgó la noticia durante el panel “Gestión Sostenible de los Agronegocios”, en la Conferencia Internacional Ethos 2008.
Smeraldi integra el grupo encargado por la iniciativa, del cual forman parte, también, voceros de intereses variados, que incluye asociaciones de empresas y de trabajadores, como el Observatório Social de la Central Única dos Trabalhadores (CUT). “Brasil tiene legitimidad para desarrollar ese sistema, capaz de acreditar, y a la vez, reconocer la diversidad de culturas y de usos del suelo”, explicó.
Por sus dimensiones y vocación agrícola, Brasil es un actor de primera grandeza en el mercado más disputado del momento: el  de biocombustibles. El panorama mundial nunca impuso cuestiones tan urgentes al agronegocio. De la crisis de suministro de alimentos a la búsqueda por nuevos estándares energéticos, resultante del  alza del petróleo, el momento exige una posición firme y sostenible de los involucrados en la producción agrícola.
Ese fue el panorama que trazó Reginaldo Sales Magalhães, especialista en sociedad civil y representante en Brasil del International Finance Corporation (IFC), que moderó el debate. De un lado, asistieron representantes de la agricultura de punta (caña de azúcar y soya); de otro, críticos a la forma como los latifundios buscan incremento de la productividad.
La demanda por etanol viene aumentando debido a la necesidad de sustituir el petróleo por alternativas que emitan menos gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global. La duda que persiste es si para atender al creciente mercado, los productores estarían destinando áreas de cultivos de alimentos para producir la caña. Eduardo Leão de Souza asegura que no, como  Director Ejecutivo de la União das Indústrias de Cana-de-Açúcar (Unica), que congrega 110 plantas del Estado de São Paulo, responsables de la producción del 60% de todo el azúcar y etanol brasileños.
Defendió la eficiencia del etanol de caña desde el punto de vista del impacto ambiental. Ese combustible reduce en casi 90% la emisión de CO2 en relación a los derivados de petróleo, contra el 35% de reducción que logra su similar a base de maíz.
El director de la Unica declaró también que considera poco probable que el avance de la cultura cañera interfiera en la producción de alimentos. Reprodujo datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), que estima en 1,4 mil millones de hectáreas el área utilizada en todo el mundo para la producción de alimentos. “Según la FAO, tan sólo el 1% de ese total se utiliza para la producción de etanol”, dijo. Y añadió datos de la realidad nacional: “En Brasil, el 1% de la tierra arable con caña de azúcar, que se transforma en etanol, sustituye más del 50% de la gasolina usada en el País”.
Según la Unica, los biocombustibles representan una oportunidad histórica para cerca de 100 países en desarrollo. “Se trata de un importante proceso de democratización de la energía”, opinó  Eduardo Souza.

La voz de los trabajadores
En contrapartida, el presidente de la Federação dos Empregados Rurais Assalariados do Estado de São Paulo (Feraesp), Elio Neves, afirmó que la discusión debe abarcar cuestiones sociales. “La agenda tiene de incluir trabajo decente, respeto a los derechos humanos en el campo y críticas formuladas contra los agronegocios brasileños en el plan internacional”, defendió.
Neves tocó en un punto vital: el mundo no soporta el modelo de desarrollo volcado al fortalecimiento del transporte individual. “Ya no importa si el coche es movido a gasolina o a biodiesel. Debe haber  una reglamentación para democratizarlo”, dijo.
Temas como reforma agraria, zonificación ecológica y moratoria de la soya también se discutieron en el panel. Ocimar Villela, gerente de Medio Ambiente y Seguridad del Trabajo del Grupo Amaggi, uno de los mayores productores de soya del País, recordó que gran parte de los conflictos de tierra ocurren en tierras desocupadas: “La familia sale del Sur y se muda para la Amazonia legal en su camioncito, con esperanza de ganar una franja de tierra. Se instala en la frontera del desbosque, donde el 85% de las áreas pertenece al gobierno. Un lugar sin ley”.
Para Villela, la zonificación es la gran solución para esos conflictos. Respecto a la moratoria de la soya, concuerda que hubo una presión europea, ya que se exporta el 60% del producto. Y provocó: “No existe moratoria de la pecuaria porque el 80% de la carne se destina al mercado interno. Debemos discutir la migración de 1,2 millón de bueyes de São Paulo para Amazonia. ¿Es necesario el  desbosque? No, basta ocupar las tierras desocupadas”.
Smeraldi, director de la Amigos da Terra, comentó con Villela: “La moratoria de la soya resultó, porque ocurrió en un momento de precios bajos, favorable a la retracción”, explicó. Sostuvo que el  desafío ahora es reforzarla y mantenerla en esa nueva realidad de precios ascendentes.

 


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